miércoles, 28 de mayo de 2014

Para mí


                        La feria del pueblo, Kustodiev (1878-1927)                                                                                                  
                                                                                                        Dime cuáles son para ti
                                                   las diez palabras más bellas de la lengua castellana,
                                                                                                                y te diré quién eres
                                                                                                                          Nicanor Parra
Para mí
la primera barcarola
porque es mentira y además se puede
cantar en dos idiomas

la 2 podría ser
un adjetivo en femenino

blanca

la tres, tálamo,
no necesita explicación

4 cincel
5 amapola
epitalamio puede ser la sexta
aunque tal vez suena algo rebuscada
amor sería más fácil
pero también más tonto
la siete bocamanga

podría escoger ángel
pero prefiero feria
sí, feria es la octava
la novena palabra es artefacto
(siempre me gustó)
la décima vergel

Gonzalo Escarpa
(Fátiga de materiales, 2006)

lunes, 26 de mayo de 2014

La desconocida

                      Noctámbulos, Edward Hopper (1942)

En aquel tren, camino de Lisboa,
en el asiento contiguo, sin hablarte
–luego me arrepentí.
En Málaga, en un antro con luces
del color del crepúsculo, y los dos muy fumados,
y tú no me miraste.
De nuevo en aquel bar de Malasaña,
vestida de blanco, diosa de no sé
qué vicio o qué virtud.
En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes
y tu melena negra, apoyada en la barra
de aquel sitio siniestro,
mirando fijamente -estarías bebida- el fondo de tu copa.
En Granada tus ojos eran grises
y me pediste fuego, y ya no te vi más,
y te estuve buscando.
O a la entrada del cine, en no sé dónde,
rodeada de gente que reía.
Y otra vez en Madrid, muy de noche,
cada cual esperando que pasase algún taxi
sin dirigirte incluso
ni una frase cortés, un inocente comentario…
En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste
por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma,
y vi que te alejabas, y maldije a la vida.
Innumerables veces, también,
en la imaginación, donde caminas
a veces junto a mí, sin saber qué decirnos.
Y sí, de pronto en algún bar
o llamando a mi puerta, confundida de piso,
apareces fugaz y cada vez distinta,
camino de tus mundos, donde yo no podré
tener memoria.


Felipe Benítez Reyes
(Los vanos mundos, 1985)

viernes, 23 de mayo de 2014

Se penso come ho speso male il mio tempo...

                            Heros, Agustín Reche (1999)

Le envié mensajeros
con gardenias, bombones
y libros de poemas; telegramas
diciéndole: te quiero,
y todos los domingos, cuando se despertaba,
hice sonar su disco favorito.
Yo creí muy romántico ocultar mi remite,
y que el desinterés una fórmula fuera
de amar refinadísima 

–y quizá, dado el caso, la única posible–.
¡Qué pérdida de tiempo!
Alguien con él comparte
mis ramos, mis pasteles y mis rimas,
y no me extrañaría –puesto que son anónimos–
que encima se jactara de elegir mis envíos
y pagarlos.
Ahora cada domingo,
me sé de sobra cuándo se despiertan
y no pongo la música.
Bajo a la portería, pulso el timbre
y no paro hasta que los interrumpo.


Ana Rosetti
(Yesterday, 1988)

lunes, 19 de mayo de 2014

Demasiada belleza

 
                      Vista de la costa de Amalfi, Carl Morgenstern (1867)

Conozco la historia del que llenaba
su casa de lilas blancas; la del que
amaba deslizar la mano,
temblorosa, sobre frías gemas, ágatas,
berilos; la del que paseaba en la noche,
con un candelabro Imperio por
salones abarrotados de lienzos y marfiles.
Hiperestésicos, anhelantes, heridos.
Porque la Belleza es, a veces, excesiva
e inasible. Pero sigue brillando el cuerpo
joven en la tarde. Y se enciende la mirada
azul, y el fino cabello negro, y la piel
oscura. Y el muchacho nos mira, al pasar,
ignorante de su don, como en los cuentos persas,
mientras tú, herido, buscas alivio en cosas muertas.

Luis Antonio de Villena
(Hymnica, 1979)

miércoles, 14 de mayo de 2014

Nunca desayunaré en Tiffany

               Portada de la novela Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote

Nunca desayunaré en Tiffany
ese licor fresa en ese vaso
Modigliani como tu garganta
                                                    nunca
aunque sepa los caminos
                                               llegaré
a ese lugar del que nunca quiera
regresar
               una fotografía, quizá
una sonrisa enorme como una ciudad
atardecida, malva el asfalto, aire
que viene del mar
                                  y el barman
nos sirve un ángel blanco, aunque
sepa los caminos nunca encontraré
esa barra infinita de Tiffany
                                                 el juke-box
donde late el último Modugno ad
un attimo d'amore che mai piu ritornerá...
y quizá todo sea mejor así, esperando
porque al llegar no puedes volver
a Ítaca, lejana y sola, ya no tan sola,
ya paisaje que habitas y usurpas
                                                            nunca,
nunca quiero desayunar en Tiffany, nunca
quiero llegar a Ítaca aunque sepa los caminos
lejana y sola.


Manuel Vázquez Montalbán
(Una educación sentimental, 1967)

lunes, 12 de mayo de 2014

Deseo de ser piel roja

             Poblado Sioux cerca de Fort Laramie, Albert Bierstadt (1859)

La llanura infinita y el cielo su reflejo.
Deseo de ser piel roja.
A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo de ser piel roja.
El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio. 

Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono. 

DESEO DE SER PIEL ROJA.
(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta. )


Leopoldo María Panero
(Así se fundó Carnaby Street, 1970)

sábado, 10 de mayo de 2014

Arde el mar

                Barcos al atardecer, Abraham Hulk Senior (1813-1897)

Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo
las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo en las aguas 

     con sordo estampido
el humo en los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar bajo los 

    cocoteros.

Pere Gimferrer
(Arde el mar, 1966)

jueves, 8 de mayo de 2014

Contra Jaime Gil de Biedma

             Salón berlinés con chimenea, Paul Gehrmann (c. 1923)

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!


Jaime Gil de Biedma
(Poemas póstumos, 1968)

martes, 6 de mayo de 2014

Canción para cantar una canción

                 Mujer joven al piano, François Gauzi (1904)

Esa música...
Insiste, hace daño
en el alma.
Viene tal vez de un tiempo
remoto, de una época imposible
perdida para siempre.
Sobrepasa los límites
de la música. Tiene materia,
aroma, es como polvo de algo
indefinible, de un recuerdo
que nunca se ha vivido,
de una vaga esperanza irrealizable.
Se llama simplemente:
canción.

Pero no es solo eso.

Es también la tristeza.


Ángel González
(Tratado de urbanismo, 1967)
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