viernes, 9 de mayo de 2008

Primavera

Era una noche azul; la primavera
inundaba mis sienes y mis manos,
y era el mundo, muchacha, un fruto inmenso,
cálido, abierto, mudo y entregado.

Sentí mi carne desprenderse, irse
por el paisaje misterioso y claro;
mi sangre fue con los arroyos lentos,
mi corazón perdiose en el espacio.

Era hermoso en la piel sentir el roce,
hecho leve suspiro, de los astros,
y tener en la mano, dulcemente,
un murmullo de nubes y de pájaros.

Me fundí con el aire, con las cosas,
sentí el fondo del mundo entre los labios
y palpité, en la noche inmensa, grande,
como un tremendo arcángel derramado.

Rafael Morales
(El corazón y la tierra, 1946)

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